Por el fin de las grasas trans

galletas con grasas trans

Las grasas trans todavía están en tu supermercado. Son una solución perfecta para la industria alimentaria. Son baratas y no se estropean. Lástima que dejen la salud de quienes las toman hecha un asco. Ya es hora de que desaparezcan en Europa.

El uso de grasas trans en los alimentos preparados ya no está permitido en EEUU desde 2015, con un plazo hasta 2018 para adaptarse a la regulación. En Dinamarca no pueden usarse desde 2003. Sin embargo la Unión Europea está tardando demasiado en regular un ingrediente sobre el que hay consenso científico: las grasas trans son perjudiciales para la salud.

Hasta el momento solo hay un reglamento europeo que limita la cantidad de grasas trans en alimentos para bebés, aunque un informe de la Comisión Europea ya apunta  a la que será la próxima regulación:  límite de la cantidad máxima a menos del 1%, y declaración en la etiqueta de las grasas trans, incluyendo las naturales (que no son perjudiciales).

Las grasas trans se fabrican de forma industrial saturando parcialmente con hidrógeno aceites vegetales, especialmente de palma. De este modo los aceites líquidos a temperatura ambiente se vuelven sólidos y se pueden usar como sustituto de la mantequilla para la confección de galletas, bollos, salsas, aperitivos salados, y multitud de comida procesada. Es genial para la industria, porque no se enrancian, son más baratos y se trabajan igual que la mantequilla. El problema es lo que hacen en tu interior.

Las grasas trans hacen aumentar los niveles del colesterol “malo” LDL, aumentan el riesgo de diabetes, producen inflamación crónica, y hay sospechas de una relación con el cáncer. Desde que Dinamarca introdujo la prohibición se han reducido las enfermedades cardiovasculares en ese país.

Hasta que se prohiban totalmente, solo queda mirar bien las etiquetas. Si dicen “grasa o aceite parcialmente hidrogenado” es una grasa trans. Es mejor que lo dejes en la estantería.