Ventajas de comerte la comida que se cae al suelo

Quizá hayas oído hablar de la regla de los cinco segundos. Según esta divertida teoría, si por ejemplo se te cae al suelo el caramelo de menta que estás chupando, y lo recoges antes de que pasan cinco segundos, te lo puedes volver a meter en la boca sin riesgo de infección. Más tiempo, y las perezosas bacterias habrían tenido tiempo suficiente para montarse en el caramelo y te podrían causar problemas de salud.

Por supuesto, la teoría es absurda. El que tu comida se infecte por el contacto con una superficie donde hay bacterias no depende del tiempo, las baterías pasan instantáneamente por contacto. Sin embargo, si te preocupan las bacterias quizá te interese saber que en un estudio se pudo medir que el mostrador de la cocina tiene el doble de bacterias que el suelo. El grifo del lavabo tiene cinco veces más y la palanca o el botón del inodoro tiene diez veces más bacterias que el suelo. 

Según el mismo estudio las bacterias pasan a las manos en un 86% de los contactos con superficies, y en un 82% de los casos se traspasaban a los objetos que tocamos, como el móvil, los interruptores de la luz, el teclado del ordenador. El estropajo del fregadero es seguramente el sitio más sucio, una auténtica placa petri donde viven millones de colonias de bacterias. Todas esas cosas a las que no prestas atención son mucho más infecciosas, pero no parece que por ellos estemos enfermos de tifus o tuberculosis todo el rato. 

Es cierto que lavarse las manos y, más específicamente, que los médicos empezaran a hacerlo, fue el factor que más contribuyó a reducir las muertes por enfermedades infecciosas en el mundo en los últimos dos siglos. La “revolución de la higiene”, con la introducción del agua corriente, el alcantarillado y la recogida de basuras, fue la que frenó al cólera, las fiebres tifoideas, la tuberculosis y la difteria.

El descubrimiento antibióticos y la extensión de las vacunas convirtieron en historia enfermedades como la gangrena o la viruela que mataban a millones. Solo hay que ver las gráficas de mortalidad infantil. Hace un siglo uno de cada diez recién nacidos morían antes de cumplir un año. Hoy la tasa en el mundo desarrollado está cerca de cuatro por cada 1.000. Da las gracias al jabón y las vacunas.

Sin embargo, la higiene también se ha llevado por delante a bacterias y parásitos que los científicos llaman nuestros viejos amigos.

La teoría de los viejos amigos

El doctor londinense John Bostock presentó en 1819 un estudio de una enfermedad que él consideraba nueva, y que llamó hay fever o fiebre del heno. Es lo que hoy conocemos como rinitis alergica, la típica alergia al polen o los gatos. En aquella época era muy rara y los pocos casos estudiados se daban entre personas que trabajaban en el campo. Hoy en día dos de cada diez españoles la padecen y, en general, el 33% de la población española sufre algún tipo de alergia, según la Sociedad Española de de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).

El doctor David Strachan propuso una explicación en 1989 llamada la “hipótesis higienista”. La menor exposición a infecciones, especialmente en la infancia, debido a una mayor higiene, y también a que las familias eran más pequeñas y estaban más aislada, estaba detrás del aumento en la incidencia de las alergias. 

Pero no solo es la alergia. Otras enfermedades inflamatorias crónicas, entre las que se incluye el asma, la esclerosis múltiple, la diabetes tipo 1, e incluso la depresión y el cáncer, podían atribuirse a un fallo de nuestro sistema inmunitario, al que no damos suficiente trabajo. Sin infecciones frecuentes, el sistema inmunitario reacciona exageradamente hacia sustancias inofensivas, como el polen, o se pone a atacar a los tejidos del propio cuerpo, como en la diabetes tipo 1 o el celiaquismo.

Esta teoría se modificó en parte en 2003 con los estudios de Graham Rook, que formuló la idea de los “viejos amigos”. Es cierto que la menor exposición a infecciones debilita el sistema inmunitario, pero el problema no era lavarse demasiado. Las infecciones “necesarias” para el sistema inmunitario no son el tifus o la viruela. Esas enfermedades pasaron a los humanos desde los animales domésticos hace unos 10.000 años. ayer en términos evolutivos.

En realidad nuestro sistema inmunitario evolucionó junto con bacterias mucho más antiguas, como las que componen nuestra flora intestinal o la que viven en nuestra piel, así como algunos hongos y parásitos.

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En el mundo moderno cada vez tenemos menos contacto con esos “viejos amigos”. Por ejemplo, sabemos que los helmintos, o lombrices intestinales, producen alteraciones en el sistema inmunitario que pueden ser beneficiosas. Nuestro sistema inmunitario, más que luchar contra estos parásitos, se adapta a ellos, y parece ser que esta adaptación es la que nos permitió sobrevivir.

Cuando ya no hay infecciones por estos parásitos, aumentan las enfermedades autoinmunes, como el colon irritable. Es como si la convivencia con estos gusanos  enseñara a nuestro sistema a no sobrereaccionar. Por ejemplo, las infecciones con estos gusanos intestinales mejoran los síntomas de la alergia, y se están usando en el tratamiento de enfermedades como diabetes tipo 1, asma, colon irritable, enfermedad de Crohn, artritis y esclerosis múltiple. A cambio, en los países en desarrollo, estas infecciones reducen la efectividad de las vacunas e interfieren con el tratamiento de la hepatitis o el VIH, todas ellas enfermedades evolutivamente “modernas”.

Los antibióticos, que han salvado millones de vidas, arrasan con todas las bacterias sin distinción, incluyendo las amigas que viven en nuestro intestino. Una flora intestinal disminuida o alterada (disbiótica) parece estar detrás de muchas alergias, intolerancias y enfermedades autoinmnunes. Esto sin mencionar que su uso indiscriminado está provocando la aparición de superbacterias resistentes a los antibióticos.

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La cuestión final es, si se te cae esa loncha de jamón de york al suelo, ¿te la comes o no? Si se trata del chupete de tu hijo, ¿eres de los padres que soplan el polvo y se lo enchufan de nuevo, o lo tienes que esterilizar?

Baste con dar un ejemplo: en un estudio de 2016 que comparó a los amish, que viven en granjas que renuncian a modernizar, y están expuestos a grandes cantidades de gérmenes, con los huteritas, cuyas granjas son mucho más limpias e industriales, pudo comprobar que los niños amish tenían niveles de asma seis veces menores. Ahora, si me disculpan, voy a lamer un rato el pomo de la puerta.

¿En qué se basa todo esto?

Occurrence of bacteria and biochemical markers on public surfaces.
Las superficies de los equipos de juegos infantiles y las guarderías fueron las más contaminadas (marcadores bioquímicos en 36%; 15/42 y 46%; 25/54, respectivamente). Las superficies de las tiendas, actividades diversas y entornos de oficina fueron positivas para marcadores bioquímicos con una frecuencia de 21% (69/333), 21% (66/308) y 11% (12/105), respectivamente).

John Bostock’s first description of hayfever
El 16 de marzo de 1819, Bostock presentó un interesante caso a la Sociedad Médica y Quirúrgica: “Caso de un afecto periódico de los ojos y el tórax”, la primera descripción registrada de lo que más tarde llamó “catarrhus aestivus” o catarro de verano, y que pronto se convirtió conocida como fiebre del heno.

Hay fever, hygiene, and household size
Durante el siglo pasado, el tamaño de la familia disminuyó mejoras en las comodidades del hogar, y mayor las normas de limpieza personal han reducido la oportunidad de infección cruzada en familias jóvenes. Esta puede haber resultado en una expresión clínica más extendida de la enfermedad atópica, que surgió antes en personas con más recursos, como parece haber ocurrido para la fiebre del heno.

Increase in allergies is not from being too clean, just losing touch with ‘old friends’
Un nuevo informe científico desmantela el mito de que ha aumentado la epidemia de alergias en los últimos años porque vivimos en hogares estériles y nos excedemos en la higiene. Pero lejos de decir que la exposición microbiana no es importante, el informe concluye que perder contacto con los “viejos amigos” microbianos puede ser un factor fundamental que subyace al aumento de una gama aún más amplia de enfermedades graves.

An enteric helminth infection protects against an allergic response to dietary antigen.
En conjunto, estos resultados sugieren que la protección dependiente del helminto contra la enfermedad alérgica implica mecanismos inmunorreguladores que bloquean la producción de immunoglobulina E específica del alérgeno.

Parasites represent a major selective force for interleukin genes and shape the genetic predisposition to autoimmune conditions
Esta observación, junto con el aumento de la prevalencia de enfermedad inflamatoria intestinal en los últimos 40 años y la hipótesis de que los helmintos provocan respuestas mediadas por Th2, llevó a la propuesta de que una menor exposición a gusanos parásitos en los países industrializados desequilibra respuesta inmune, y eventualmente predispone a la enfermedad inflamatoria intestinal.

Parasitic worms and inflammatory diseases
Por lo tanto, es razonable concluir que el sistema inmunitario humano ha sido formado por su relación con gusanos parásitos y esto puede ser un requisito necesario para mantener nuestra salud inmunológica. Entender completamente esta relación puede conducir a tratamientos novedosos y efectivos para una serie de reacciones inflamatorias perjudiciales.

The effects of antibiotics on the microbiome throughout development and alternative approaches for therapeutic modulation
Una microbiota disbiótica no puede realizar funciones vitales, como el suministro de nutrientes, la producción de vitaminas y la protección contra los patógenos. La disbiosis del microbioma se ha asociado con una gran cantidad de problemas de salud y está causalmente implicada en trastornos metabólicos, inmunológicos y del desarrollo, así como en la susceptibilidad al desarrollo de enfermedades infecciosas.

Innate Immunity and Asthma Risk in Amish and Hutterite Farm Children
A pesar de los ancestros genéticos y los estilos de vida similares de los niños Amish y Hutterite, la prevalencia de asma y sensibilización alérgica fue 4 y 6 veces menor en los Amish.