“Hay una conexión real entre el intestino y el cerebro, y esto no es esotérico”

Este discípulo de Gregorio Marañón “uno de los pocos que deben de quedar vivos”, dice riendo, es uno de los mayores expertos en nutrición en España. Presidente de la comisión de Endocrinología, metabolismo y nutrición del Colegio Oficial de Médicos de Madrid y creador del programa NAOS (Nutrición, Obesidad y Actividad Física) del Ministerio de Sanidad.

Desde el hospital madrileño de la Beata María Ana el doctor Rodríguez Jiménez está en la punta de lanza de uno de los campos más apasionantes de la nutrición: la intersección entre la comida, las emociones, y la flora intestinal, esa colonia de bacterias que convive con nosotros, y que todo parece indicar que hace mucho más de lo que pensábamos.

¿Qué es InmunoMet?

Es una unidad de terapia para tratar trastornos inmunológicos y metabólicos. Tenemos la endocrinología y nutrición por un lado, y por otro la parte de la inmunología, como las alergias y otros trastornos. La fabricación del 85% del sistema inmunológico se produce en el intestino, y hasta hace poco considerábamos que el intestino era un almacén de caca y nada más.

Hay una relación entre la microbiota, el sistema inmunitario y el cerebro, una comunión entre el “cerebro uno” y el “cerebro dos” que es el que tenemos en el intestino. Aunque no nos enteremos, somos como un ovillo, y ningún sistema se mueve sin el permiso del otro. Si tiras de hilo, se mueve todo. Por eso este campo se llama psico-neuro-inmuno-endocrinología, que al fin y al cabo es lo que estamos tratando de estudiar.

Sin embargo la medicina parece estar muy compartimentada, silos donde enseguida alguien dice “eso no es de lo mío”

Creo que es una gran deformación, la antítesis de lo que don Gregorio nos enseñaba. Él decía que ser especialista debía ser “además de” no “en vez de”, y repetía la frase “primero el gesto, y luego el resto”. Yo no culpo al médico, sino al sistema. El sistema obliga al médico a decir “que pase el siguiente” y estar pendiente de ver a tantos pacientes en tanto tiempo. El médico está en la medicina por vocación, y eso se explota a tope. La medicina debe ser más holística y humanística, o seremos sustituidos por programas de ordenador en menos que canta un gallo. Yo además de endocrino soy médico de pueblo. Es algo que todos los especialistas deberían recordar.

Los médicos reciben poca formación en nutrición, a no ser que elijan esa especialidad

La nutrición es la hermana pobre de la endocrinología. Muchas veces se soluciona con “siga esta dieta de tantas calorías”. No critico la forma de hacerlo, pero tienes que dar importancia a lo importante. No somos lo que comemos, sino cómo comemos. La “caldera” de nuestro intestino va a fabricar el resto de nosotros, incluso de nuestro pensamiento, independientemente de la genética. Hay que explicar cómo, cuándo y por qué comer. 

Todavía hay una creencia muy arraigada de que todo se soluciona comiendo menos calorías

No cabe duda de que quien no come, no engorda, pero no es matemático. Hay que hablar de la microbiota y las dos familias de bacterias que la componen, firmicutes y bacterioidetes, que se encargan de procesar las grasas o de los carbohidratos. Si hemos abusado de una de las dos fracciones, hemos creado unos monstruos que asimilan el triple de lo normal. A veces nos reímos cuando alguien dice la frase “yo es que no como tanto para estar así”, pero tiene su parte de verdad. Dependiendo de la educación que le hemos dado a esos dos billones de microbios que tenemos en el intestino, así serán nuestros resultados, incluso comiendo menos.

Entonces no todas las calorías son iguales

No todas las calorías son iguales. No cabe duda de que estamos hechos para que nos gusten los hidratos de carbono, para ganar peso, porque toda la economía del cuerpo está hecha para sobrevivir. Hay barbaridades de dietas solo de proteínas o solo de carbohidratos. Pero nos hemos hecho omnívoros a lo largo del tiempo, y tenemos que cuidar a la microbiota, que es el productor y asimilador de toda la materia que metemos en la caldera. No sabemos si nosotros los alimentamos, o si ellos son los que nos cuidan a nosotros.

¿Con qué mitos nutricionales se encuentra en la consulta?

El primero es el colesterol. Hay un gasto enorme y una reverencia a las estatinas, cuando sabemos que el miedo a las cifras de colesterol ya ha sido sobrepasado. O el famoso mito de limitar los huevos, que todavía se arrastra por especialistas de cardiología, que yo respeto, pero claro, son muy rígidos cuando has tenido un infarto. Mientras hay quien dice que no tomes más de dos huevos por semana, yo tomo dos al día con el desayuno. Los huevos aumentan fundamentalmente el colesterol bueno, son “aclarantes” del colesterol. El huevo es cardiosaludable y protege los vasos sanguíneos, y proporciona una alimentación de primera.

¿Y las grasas saturadas?

Otro tanto. ¿Hay que cuidarlas? Sí, pero eso es teórico. Hace años el jefe de servicio de puerta de hierro me decía que un tercio de las grasas tenían que ser saturadas, y ahora un tercio parece mucho. Estoy esperando a que se reivindique de una vez la mantequilla como ha ocurrido con los huevos. Yo comprendo que en medicina, cuando algo no se sabe, se intenta ser prudente. Las grasas, los carbohidratos o las proteínas son como el agua: también te puedes ahogar en una piscina. Es cuestión de la cantidad.

El doctor Rodríguez Jiménez en su consulta del hospital de la Beata Ana María de Madrid

Pero todo esto ¿no puede hacer daño? ¿Qué ocurre cuando a las personas ingresadas con un infarto no les dan huevos pero les dan postres dulces en la comida del hospital, con todos los estudios que indican que el consumo de azúcar hace aumentar los triglicéridos?

Hay mucha gente que aún no sabe que son los carbohidratos los que suben los triglicéridos, y no las grasas. Pero es que no hay tiempo en medicina. El médico es un instrumento para los políticos, en la sanidad se valora el edificio y la estructura burocrática, pero el reloj funciona porque los engranajes están bien engrasados. Nosotros los médicos somos esos engranajes. Si el médico tuviese más tiempo, podría ser especialista “además de”, y no “en vez de”.

¿Estos defectos del sistema son los que abren la puerta para que la gente busque refugio en terapias alternativas?

La gente ve que el médico está muy corto de tiempo. El “gesto” no es suficiente, y el “resto” es muy justo. Entonces se refugian en la medicina alternativa, imposición de manos, y tantas otras cosas. Es hasta justificable, porque el médico es ahora el paño de lágrimas de la sociedad. La gente busca auxilio, no de un ordenador y un “tenga estas pastillas”, sino de un sanador que le atienda con el gesto.

Volviendo a la nutrición, cuando alguien tiene un cáncer se ponen en manos de los profesionales, pero en el campo de la nutrición, todo el mundo en tu familia y en Facebook parecen ser unos experto

Es cierto, todo el mundo parece que sabe de nutrición. Eso es porque tienen un asesor llamado Google que les da todo tipo de informaciones, unas correctísimas y otras todo lo contrario. Pero eso como médico hace que tenga que yo tenga que tener más paciencia, y estar más al día. 

¿Y la industria alimentaria?

Hay un uso comercial de la nutrición hasta lo indecente. Todo el mundo tiene derecho a decir coma esto o lo otro, o baje el colesterol con yogures, Claro, si toma usted yogures en lugar de palmeras de chocolate antes de acostarse, es probable que sí funcione.

Habrá quien se coma las palmeras de chocolate, y después el yogur pensando que así le bajará el colesterol

[risasSí, claro, son detalles que hay que ir moderando, pero siempre sin acritud.

Mucha gente no conoce la dificultad de investigar en nutrición: la mayor parte de los estudios se hacen con encuestas y las personas no siempre declaran lo que come realmente.

Yo siempre digo que los placeres en la vida son dos: lo erótico festivo y lo nutritivo festivo. Eso está lleno de connotaciones emocionales. Lo erótico necesita una liturgia, hay cierto pudor y respeto. Pero de lo nutritivo se pueden decir todas las barbaridades y ponerse ciego a comer, que siempre queda bien. Yo lo llamo la pornonutrición. Incluso un servidor a veces peca. Es lo más primitivo que tenemos para compensar las frustraciones a través de los neurotransmisores, que se producen desde la vista hasta el tacto y el olor, o los receptores estomacales que envían señales al hipotálamo y este responde diciendo “quiero más”.

¿Somos esclavos de la dopamina?

Exactamente, y la serotonina, que se fabrica en más cantidad en las neuronas del intestino que las del cerebro. Entra la emoción o el instinto, y se ve en cosas como los concursos de cocina en televisión, con gente llorando porque han cocinado un plato. Todo lo nutritivo está deformado por esa emotividad, esa sensualidad, ese instinto que llevamos impreso de simplemente permanecer vivos. 

¿Qué ocurre cuando esas emociones son negativas? Cuando se come emocionalmente como remedio al estrés o la frustración, ¿qué hace usted cuando un paciente llega con este problema?

Yo hablo mucho de la psiconutrición. No siempre podemos exigir autocontrol cuando toda la esfera emocional está estresada. Hay que utilizar la persuasión, la ayuda desde fuera. El paciente que está al otro lado de la mesa te está diciendo “ayúdame que yo no soy capaz”. El médico de nutrición debe ser un “coach”, un asesor o entrenador. Muchas veces he dicho que un psiquiatra bien informado podría ser un buen especialista en nutrición, y también un especialista en nutrición como yo me siento inclinado a utilizar los recursos emocionales. Puedes decirle “no te angusties”, pero debes creer en lo que dices, y el que te escucha debe creer que tú te lo crees.

Transmitir confianza.

Exactamente. Empatía. Eso pone en movimiento todos esos neurotransmisores. Después están los fármacos, los ISRS [antidepresivos] o el triptófano, que es el precursor de la serotonina. Pero la serotonina que produce la palabra es mucho más importante. 

¿Al final a la persona obesa habrá que curarla con una combinación de psicoterapia y trasplantes de materia fecal?   

Hay un libro fantástico titulado “Conozca su caca”, y por ahí tenemos que empezar para que no haya obesos. Hay que regresar a las bases. Hay una conexión real entre el intestino y el cerebro, y esto no es esotérico.

La nutrición es entonces ciencia

Es fundamental, es la base para construir encima. Nosotros somos una materia que se transforma en energía, y somos lo que comemos, cómo comemos, cómo descansamos, cómo nos divertimos y cómo trabajamos. Es más importante el qué, cómo y cuanto que las cantidades. Yo odio las cantidades, en mis pautas no hay muchos números. La nutrición es dibujo artístico, no dibujo lineal.