IX. No caerás en la rutina


Nos cuesta años adquirir nuestras habilidades, nuestras manías y nuestras ideas preconcebidas. Cambiarlo puede ser difícil, a no ser que cada día te salgas un poco del programa.

Sin rutinas nuestra vida sería un infierno. La costumbre nos permite hacer las cosas sin pensar en ellas. Sin esa habilidad del cerebro para acostumbrarse y repetir, cada día al levantarnos tendríamos que aprender todo de nuevo, pensar en cada movimiento. ¿Cómo se abre este grifo? ¿Con qué botón se pone en marcha la cafetera?
Por eso nuestro cuerpo y nuestro cerebro tienden a la homeostasis, es decir, quedarse como están y hacer lo de siempre. Los cambios bruscos se perciben como estrés, y todos tenemos una resistencia natural a ellos.
Dicho esto, la vida es demasiado corta para hacer siempre lo mismo. Cuando nos instalamos en una rutina, dejamos de aprender. Estamos cómodos, pero no progresamos. Con el tiempo, también dejaremos de estar cómodos. Es lo mismo si se trata de tu trabajo, tu deporte o tu pareja. Sin cambios, nos quedamos dormidos. El durmiente debe despertar.

Cambia por cambiar

Mucha gente siente terror cuando cambia su entorno. Pero si acostumbramos a nuestro cerebro al cambio, seremos más creativos, más productivos y más felices. ¿Por qué no cambiar cosas sencillas?

  • Deja de ver la televisión durante una semana
  • Ve al trabajo por otro camino
  • En el coche, pon una emisora diferente en la radio
  • Hoy, abandona el ascensor y sube por las escaleras
  • Pide algo en el restaurante que nunca hayas probado
  • Deja que conduzca otra persona tu coche
  • Cepíllate los dientes con la otra mano
  • Toma una tarde libre y da un paseo

Despista a tus músculos

Si alguna vez te has apuntado a un gimnasio, notarás un gran progreso en las primeras semanas, y luego un estancamiento. Nuestro cuerpo se adapta, y los músculos buscan pequeños trucos para hacer el mismo ejercicio con el mínimo esfuerzo. También puede ser que te aburras y no te lo tomes con el mismo entusiasmo. Cambia el entrenamiento periodicamente. Entrena al límite de tus fuerzas una semana, y más ligero, pero rápido a la siguiente. No dejes que el cuerpo se duerma.

Confunde a tu estómago

Si mantienes la misma dieta durante mucho tiempo, tu metabolismo también se adaptará y bajará, con lo que terminarás necesitando menos energía, y entonces, aunque comas lo mismo, estarás creando un superávit y engordarás. Esta es la lógica detrás del día del atracón. Si estás intentando ganar músculo, alterna temporadas de aumento de peso, en las que comes más y levantas más, con otras de pérdida de grasa en las que haces más aeróbico y comes menos.

Haz algo que te de miedo cada día

No se trata de echarse al foso los leones o saltar en paracaídas, puedes empezar con pequeñas cosas. Habla con un desconocido que te parezca interesante. Ve al cine solo. Llama por teléfono a un amigo con el que hace años que no hablas. Admite que te has equivocado en algo. Pide a tu jefe más responsabilidades, o más sueldo. Limpia el armario. Puede ser pequeño o grande, pero manda a paseo a las voces en tu interior que anuncian desastres, y hazlo.

Móntate la película

Si lo anterior te parece imposible, la visualización es la clave. Imagínate haciendo eso que te da miedo o te da pereza, sea pedir a tu jefe un aumento, o hablar con esa persona que te gusta, pero a la que no has dicho nada. Imagina todos los detalles, y asegúrate de que en esa película actúas con confianza, y al final todo sale bien. Para algo eres tú el director. Después, hacerlo de verdad será más fácil.
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Foto: sualk61